Aunque parezca que su presencia actual se reduce a las mascotas, los animales tienen mucho que ver en distintos aspectos de nuestra vida: desde la alimentación hasta nuestra salud, pasando por el vestido y la producción
La mayoría de la humanidad depende hoy de la energía química y eléctrica y se viste de fibra vegetal, mezclada en un alto porcentaje con fibra sintética. En una época que hoy nos parece remota, los caballos eran parte del paisaje urbano, así como los animales de tiro en el campo; sin embargo, este era el caso hasta principios del siglo XX.
Aunque hoy solo vemos mascotas urbanas, que mantenemos a cambio de su compañía, para muchos fines dependemos aún de los animales. Una gran parte de las proteínas que consumimos proviene de animales domesticados hace milenios. Las fibras textiles más apreciadas son de origen animal y los animales de laboratorio han prolongado nuestra expectativa de vida.
LA DOMESTICACIÓN
El primer paso crucial para la civilización fue el dominio del fuego que permitió habitar cuevas, ahuyentar depredadores y cocinar comida. El siguiente paso fue la domesticación de animales y plantas que inició la agricultura e hizo al hombre sedentario. Algunos se mantuvieron nómades, pero la civilización se desarrolló alrededor de la agricultura hace 10.000 años. Aunque los animales domésticos de hoy son muy distintos de sus ancestros silvestres, estos son fácilmente identificables. El registro fósil conserva el ancestro común de los animales que aún quedan en estado salvaje con los que fueron domesticados.
La agricultura y la domesticación de animales se iniciaron en el Cercano Oriente, hoy aceptado como cuna de la civilización. Los primeros en ser domesticados, hace más de 10.000 años, fueron los cerdos, vacas y cabras; especies capaces de convertir en proteínas una vegetación pobre. Ellos fueron parte importante del alimento en los inicios de la civilización del Cercano Oriente. Luego el hombre aprendió a obtener de sus animales otros productos derivados de la leche.
Hace 5.000 años en Mesopotamia se criaron carneros por su lana, que fue trabajada en telares. En Egipto, hace 6.000 años, se registra por primera vez el uso de animales para trabajar el campo. Simultáneamente, al norte del Cáucaso, en lo que hoy es Ucrania, se originó otro uso trascendental de animales: fue domesticado por primera vez el caballo, que en menos de 1.000 años llegó a Grecia, Europa Central y Asia. El burro ya había sido domesticado en Egipto y el camello en el Cercano Oriente. En esa misma época en Asia se inventó la rueda; no tardó en aparecer la primera carreta y el animal de tiro encontró empleo estable.
EVOLUCIÓN ARTIFICIAL
La adaptación a la convivencia con el hombre dio origen a un proceso de modificación de las características físicas de los animales. Mientras que en su hábitat el animal dependía de sus sentidos, agilidad y rapidez de reacción para alimentarse y librarse de depredadores, viviendo con el hombre sus necesidades quedaron resueltas. El hombre seleccionó sus animales por características que en su hábitat natural hubieran sido su perdición.
El animal doméstico debe ser tranquilo, manso, aumentar en tamaño y pelaje; las aves, domesticadas hace 5.000 años, en lugar de volar debían producir más carne y huevos. La selección para llenar estos requisitos modificó a los animales domésticos, haciendo que se parecieran cada vez menos a sus antepasados. Esta evolución selectiva, en algunos casos de más de 10.000 años, ha dado lugar a diferencias sustanciales, más allá del aspecto externo. En todos los animales domésticos el cerebro se ha achicado con respecto al de sus ancestros. Los que originalmente tuvieron los cerebros más desarrollados, como los ungulados (que tienen cascos) y los depredadores, muestran la mayor reducción.
CEREBRO DOMESTICADO
La parte del cerebro que más disminuye es el neurocórtex, la parte funcional, y los sistemas sensoriales que se conectan a él. Un cerdo doméstico tiene 41% menos visión y 31% menos olfato que su antecesor, el jabalí. Su sistema límbico, que lo mantiene alerta, controla sus reacciones ante el peligro y su agresividad, necesarias para defenderse y obtener alimento, es 40% menor. El resultado es una conducta más adecuada a la convivencia con el hombre.
Además de los cambios en el cerebro y sistema nervioso, fundamentales para la domesticación, hay otros. El peso y el tamaño del animal doméstico generalmente es mayor y otras características, como el pelaje, y la distribución de la masa muscular, varían de acuerdo con la especialización. Todos los animales criados por el hombre han perdido masa encefálica: desde el cerdo (33,6%), el carnero (24%), el cuy (13,5%) pasando por la llama (17,6%), hasta la rata (8,7%).
El hombre no ha domesticado voluntariamente la rata, pero le ha hecho la vida más fácil, por lo que la rata de campo, expuesta a depredadores y con menor disponibilidad de alimento, tiene un cerebro más grande. El ratón doméstico, cuya vida al lado del hombre parece ser tan dura como sin él, no muestra mayor variación en su sistema nervioso. El perro, que se ha ganado una posición privilegiada como asistente y compañero del hombre, también ha visto simplificada su vida.
El perro, comparado al lobo, ha perdido casi 29% de su cerebro y 32% de su neurocórtex. El ejemplo extremo de la modificación del animal por el hombre, asombrosamente rápida comparada con la evolución natural, es el perro. Sus ancestros, los lobos, pesan entre 15 y 60 kilos, mientras que los perros domésticos, producto de la selección artificial, van desde uno hasta 70 kilos, con las formas y pelajes más variados.
LOS NÚMEROS
La cantidad de animales domésticos que necesita el hombre para mantener sus niveles de consumo crece paralelamente a la población. Esto reduce doblemente la población animal silvestre. Desaparecen los bosques y praderas que habitan los animales silvestres para dar lugar a cultivos y pastizales. Por otra parte, al disminuir su número, los que quedan son más valiosos para los cazadores furtivos. Otro efecto de la reducción de una población animal por debajo de cierto número es la falta de hibridación, que debilita la raza aumentando los defectos genéticos y la susceptibilidad a las enfermedades.
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